las establecidas en Menorca durante las ocupaciones inglesas del siglo XVIII). Dado que se utiliza única y exclusivamente documentación masónica (fundamentalmente cuadros lógicos, correspondencia y libros de actas, así como las revistas y Boletines masónicos oficiales), el resultado será siempre aleatorio en función de la documentación conservada, que siendo mucha, no lo es lógicamente, toda. Pues aunque el Archivo Histórico Nacional de Salamanca, antiguo Archivo Secreto de la Masonería, es uno de los más ricos de Europa en esta materia, sin embargo, no es poca la documentación que a lo largo del tiempo se ha perdido o destruido, teniendo en cuenta que salvo la ocupación francesa de los Bonaparte (1808-1813) y algunas escasas logias posteriores, prácticamente apenas disponemos de documentación masónica hasta 1869, la historia mejor documentada de la masonería española se reduce, pues, el período de setenta años comprendido entre 1869 y 1939.
Sin contar los masones que dependían de España, y que estaban establecidos en logias ubicadas en los territorios de ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), así como en otros países, especialmente en EE.UU., Portugal, Argentina, República Dominicana, Marruecos, etc., dentro de poco vamos a disponer de un listado fehaciente en torno a los 50.000 masones. Puesto que contamos con el listado completo de todas las logias que comprendían las diversas obediencias masónicas, a la vista de la documentación utilizada podremos establecer un baremo comparativo de los componentes de las logias que hasta ahora no tenemos documentación. Baremo que nos permitirá aventurar una cifra más aproximada de la realidad histórica cuantitativa de la masonería española.
Por otra parte los estudios regionales realizados hasta la fecha sobre la masonería en Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Cantabria, las dos Castillas, Cataluña, Extremadura, Galicia, Madrid, Murcia, Rioja, Comunidad Valenciana y País Vasco, son bastante coincidentes -dentro de las lógicas variables- en la delimitación de la estructura socio profesional de los masones. En realidad, y dejando de lado los métodos utilizados en la cuantificación que son hasta la fecha bastante heterogéneos, en base a supuestas clases (alta, media, baja), a actividades (primarias, secundarias, terciarias), a categorías profesionales (Propietarios, Comerciantes, Industriales, Profesiones liberales, Marinos y Militares, Empleados y Funcionarios, Artesanos y autónomos, Obreros...); y teniendo en cuenta la dificultad que supone la falta de precisión en la terminología de muchas profesiones y por tanto de su propia delimitación sociológica, el resultado es bastante coincidente, si dejamos de lado los pequeños matices coyunturales geográfico-económicos que lógicamente influyen en lo social masónico, como ocurre con la presencia de marinos en las ciudades con puerto o la de mineros en Linares, por poner un ejemplo. Se puede decir que los tres primeros puestos se reparten entre Empleados Funcionarios, Comerciantes e Industriales, y Profesionales liberales.
El orden de prioridad es un tanto aleatorio, y puede haber pequeñas variaciones en función de las regiones o ciudades estudiadas, e incluso del período histórico. Siguen en importancia los militares-marinos, los artesanos, los propietarios, los obreros más o menos cualificados... es decir, que estamos ante lo que podríamos llamar clases medias, pequeña burguesía o mesocracia en los límites de las clases bajas. Claro que tampoco en este tipo de clasificaciones sociales hay unanimidad de criterio, ni de planteamiento siquiera terminológico.