Por tal razón se le hace despojar a uno previamente de sus errores, ilusiones y falsas creencias, y por medio de la iniciación se le enseña el camino de la verdad, cuyo precioso conocimiento se le indica simbólicamente, por medio de la palabra sagrada, significando su propio grado de comprensión. Con ésta y con sus signos, tocamientos y palabras, cuyo conjunto constituye la actitud masónica, estará capacitado para hacerse reconocer universalmente como hermano, puesto que sólo podemos encontrar la fraternidad en la misma medida y grado en los que la reconocemos y practicamos.
Como escuela de fraternidad y moralidad, más aún que de verdad, la masonería necesariamente se limita a presentar a sus miembros esos ideales, a la vez que despierta en ellos la conciencia de los deberes que los mismos imponen y que son los únicos que pueden hacer efectiva su realización, en la senda estrecha y rectilínea que marca la regla, con el auxilio de la escuadra, que representa la recta actitud, acompañada por el compás de una visión y un discernimiento cada vez más amplios y comprensivos.
Debería la fraternidad poderse extender a todos los hombres indistintamente, constituyendo la base de todas las relaciones humanas. pero, por el hecho de que exige comprensión y reciprocidad, y dado también que éstas, al igual que las demás cualidades y actitudes humanas, sólo pueden manifestarse y desarrollarse gradualmente, a la fraternidad no le es dable existir sino en medios y sociedades de tipo masónico, que prudentemente la limitan a su mismo grado de comprensión.
Entre el homo homini lupus y el homo homini frater, que resumen la actitud respectiva del delincuente y del iniciado, cabe toda una gama de sentimientos y actitudes, una verdadera escala, como la simbólica de Jacob que une la tierra con el cielo. Cain y Abel existen potencialmente en todos los hombres, el primero como residuo subhumano que necesita superarse, el segundo como cualidad divina, buscando su natural expresión en la medida en que el hombre sabe sobreponerse a sus instintos inferiores.
Convertir el uno en el otro sin que éste llegue a ser víctima de aquél, por medio de la educación y del ejemplo, es un proceso que necesita tiempo y que también puede medirse precisamente en siglos y milenios.
Por otra parte, más bien que hablar de ella, la fraternidad verdadera se demuestra y se afirma practicándola: tratemos de ser verdaderos hermanos, según sea posible y a la vez deseable, primero entre nosotros y luego para los demás. así legaremos a ser conocidos como tales y haremos nuestra mejor aportación para el logro de un mundo mejor.
Prácticamente la fraternidad puede, sin embargo, establecer sus lazos únicamente entre los que se sienten HH.·. o sea efectivamente hijos de un mismo padre, el principio universal de la vida o ser supremo, y de una misma madre, la naturaleza, que a
todos igualmente nos ha producido, nos sostiene y alimenta, con ese reconocimiento, la fraternidad se hace.
Efectiva, según se generalice, llegará a extenderse sobre toda la tierra y ser como debería y como debe, la relación normal entre todos los hombres y los pueblos.
Todos los hombres puedes ser hermanos según conocen y realizan en lo íntimo de sus corazones la verdad de la fraternidad; es decir, de su común relación con el principio de la vida, por un lado, y por el otro con el medio que los hospeda, caerán entonces las barreras ilusorias que actualmente dividen a los hombres, según cae la venda que cubre sus ojos, y la masonería, habrá esparcido efectivamente su luz sobre la tierra.